Solo entiende mi locura, quien comparte mi pasión

Raúl González.

ADRV, cuatro siglas que marcan una vida. Cuatro siglas que reflejan un sentimiento que va más allá de lo deportivo. Cuatro siglas que representan a un barrio entero. Cuatro siglas que muestran el sentir de cada aficionado. Cuatro siglas que significan mucho. Algo mas allá de lo meramente visible Tienes que mamarlas desde pequeño para palpar todo aquello que rodea a este club. Y una vez que lo experimentas, es imposible desprenderse de la franja. Es duro ser aficionado del Rayo, muy duro, pero es la mejor sensación del mundo. Ser de los equipos que ganan la mayoría de los partidos es muy fácil, pero ser de los equipos pequeños, de barrio, con pocos recursos, es mejor. La satisfacción que produce una victoria de tu equipo no tiene precio.

Los días previos al partido resulta imposible no parar de pensar en el fin de semana, pues todo está enfocado a esas dos horas en el que te olvidas de todo, dos horas en las cuales compartes momentos mágicos con personas maravillosas, dos horas para liberar la tensión semanal acumulada y dos horas para dejarte la garganta alentando a la Agrupación. Hemos estado en momentos difíciles, muy difíciles y aún así, ha sido imposible desprenderse de la franja roja que atraviesa tu corazón. Hemos recorrido muchos kilómetros y superado muchos obstáculos, hemos conseguido hazañas contra todo pronóstico y hemos gozado de momentos inolvidables.

Somos un equipo de barrio con una la afición impresionante que consigue revertir todo aquello que repercute negativamente al equipo y a su entorno. La hinchada es capaz de crear una atmósfera única. Escuchar a Vallecas retumbar es una sensación indescriptible, todo un barrio entero volcado por su club, unido hacia el mismo objetivo, siguiendo a su equipo a todos lados y cubriendo sus espaldas en todo momento. No tiene precio. No cambio por nada estos sentimientos que me provoca el Rayo Vallecano.

En Vallecas no se necesitan millones para comprar a los mejores jugadores del mundo. Tan solo se exige a los jugadores que sientan este deporte como un aficionado más y que, durante diez meses, vivan por y para el rayismo. Luchar cada balón como si fuera el último. Derrochar valentía, coraje y nobleza en cada partido. No se pide más. Esta identidad se está perdiendo en el fútbol moderno, donde los jugadores se encuentran constantemente influenciados por el dinero. El mejor fichaje del Rayo Vallecano es su afición. La esencia de este club.

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