¿Funciona bien el sistema educativo de nuestro país?

Esta pregunta requiere un análisis interno del sistema educativo y una comparación con los sistemas de los países que lideran el ranking en este aspecto, como es el caso de Finlandia. Si observamos la estructura educativa del país finés, podremos comprobar las enormes diferencias que tiene respecto al español. ¿Por qué falla nuestro sistema educativo? ¿Qué cambios se deberían realizar?

En primer lugar, debemos localizar el origen del problema. El sistema educativo español está mal diseñado, obsoleto e ideologizado según quién gobierne. Las consecuencias de ello son tasas de fracaso escolar y de paro juvenil altísimas. Además, existe realmente una incapacidad para mantener a los estudiantes animados y motivados con su propio proceso de aprendizaje.

Se necesitan cambios – urgentes – desde la base del sistema. Hay que dar una mayor libertad a la creación de centros con pedagogías alternativas y una mayor autonomía a los maestros. Es necesario apostar más por la creatividad y el aprendizaje vivencial y significativo. La memorización y los exámenes son técnicas ineficaces que están quedando obsoletas. Evaluar, ante todo, la capacidad de memorización a través de exámenes y más exámenes no es una metodología que permita el desarrollo de otros aspectos fundamentales como la inteligencia emocional, la madurez, la capacidad de argumentación y raciocinio… Se debería también flexibilizar el currículo y promover la educación emocional, la personalización y la atención a las necesidades individuales, fomentar el placer por leer, aprovechar las horas lectivas para dotar de mayor tiempo libre para otras actividades o tareas a los estudiantes, dar un mayor espacio a las tecnologías de la información y la comunicación…

Desde infantil ya se cometen errores que condicionan la formación de los más pequeños. Una edad demasiado temprana para la escolarización – en Finlandia está en los 6 años –, demasiadas fichas y normas que impiden al niño que juegue y experimente – actividades que son primordiales a esas edades para un correcto desarrollo –. Posteriormente, en primaria aparecen una gran cantidad de deberes que acaban privando de tiempo libre esencial a los alumnos. Los exámenes no valoran la creatividad y la curiosidad y sí la capacidad de memorizar exactamente lo que está plasmado en los libros. Finalmente, en secundaria los estudiantes llegan desganados, forzados a seguir utilizando su tiempo en aprender lo que otros consideran necesario y sin poder preguntarse sobre ellos mismos. Están agotados y el sistema no fomenta el pensamiento crítico. La motivación por los estudios y el aprendizaje se va perdiendo por este largo camino que necesita una reforma imperiosa. También es cierto que lo dicho anteriormente se refiere a la mayoría de los casos, aunque haya alumnos que consigan mantener la pasión y profesores con una enorme vocación dispuestos a dotar a sus alumnos de las herramientas necesarias para pensar. El problema aquí está en que la valoración de los estudiantes falla ya que los exámenes suponen el pilar básico de la evaluación.

El paradigma educativo necesita un cambio profundo. Esto tan solo se logrará con una renovación total del concepto de enseñanza y de la organización de esta. El aprendizaje debe ser un proceso vivencial, creativo, diverso y con mayor flexibilidad. Además, resulta verdaderamente importante el hecho de que el maestro se involucre en este proceso y acompañe a cada uno de sus alumnos mientras pueda. La figura del profesor ha evolucionado, al igual que las técnicas de enseñanza y los métodos de evaluación. Lo que falta ahora es que el sistema educativo español sea capaz de adaptarse a estos cambios.

Un reto que no es imposible, pero que solo se podría lograr con una mayor inversión en medios materiales y humanos, una continua y mejorada preparación de los maestros, clases reducidas y un concepto el éxito educativo que no se midiera en exámenes memorísticos sino en el conocimiento diario. Más horas de clase no, pero sí mejores clases. La formación y la enseñanza componen una parte vital de cualquier sociedad y en España tenemos mucho que mejorar si pretendemos llegar a estar al nivel de los sistemas educativos de otros países y, sobre todo, si pretendemos ver como los jóvenes disfrutan aprendiendo y están motivados con ese proceso.


Free Line   Javier Anula

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